Les sigo
contando que mi primer trabajo fue con un Hondureño que conocí a través de unos amigos familias, el trabajo
era como ayudante pagando Cerámicas y Pisos, tenía muy buena paga, sin embargo no era fijo solo fue por unos días,
por lo cual me fui a una Agencia de Trabajo y ahí me enviaron para una Bodega
en Manhattan supuestamente para trabajar como Repartidor; la Bodega era de unos
Árabes, al ser entrevistado por los Árabes me entere de que no era tal y como
me habían dicho en la Agencia, el trabajo consistía en recibir las mercancías,
ordenarlas, almacenarlas y mantener llenos los exhibidores y tramos de la
Bodega, ademas de limpiar y sacar la basura; comencé en pleno Verano, las mercancías se almacenaban en el Sótano,
para acceder al mismo había que pasar dos puertas pequeñas, una que daba acceso
al área donde estaba el Manager, la cual quedaba en la misma área donde se
paraban los clientes que iban a jugar Loterías, tenía que agacharme con la
carga en los brazos y pedirle permiso a los clientes (la primera expresión en ingles que practique fuertemente fue “Excuse
me…”), la segunda puerta estaba en el área del Manager en el piso, tenía que
levantarla y suspenderla de una soga para mantenerla abierta, esta daba a una
escalera de madera de unos dos pies y medio de ancho aproximadamente, esto es
el ancho de una puerta de una habitación; cada vez que bajaba o subía tenía que
cerrarla para que el Manager no se fuera a caer (esto me acordó la película de
Jeff Briges y Kim Basiger, The Door in the Floor, http://www.imdb.com/title/tt0348593/?ref_=nv_sr_3).
El trabajo
era de 12:00 pm a 12:00 am los 7 días de la Semana, por 500 dólares; 12 horas
con apenas media hora de descanso (un compañero se burló de mí, diciéndome que
ellos daban un día libre cada dos semanas, lo tome y cuando cobre esa semana,
me descontaron 100 dólares, le reclame que porque si los días me salían a 71.4 dólares
ellos me estaban quitando 100, la respuesta fue de acuerdo a su personalidad),
la ventaja era que me podía comer y beber la Bodega sin tener que pagar; a
medida que transcurrían las horas sentía que mi vida se iba a quedar plasmada
en unos de los peldaños de la estrecha escalera de madera que tenía que subir
con un huacal plástico (de los que usan para transportar los galones de leches),
lleno de envases de Cervezas, Soda y Jugos; sus peldaños en su mayoría flojos
en ocasiones cuando los pisabas me causaban lesiones en los tobillos y pies;
sin embargo no podía desmayar y darle cariño a mi situación, debía seguir hasta
donde mi Dios me permitiera y me llenara de fuerzas. Las 12 horas me la pasaba
llenando esos exhibidores, los cuales eran insaciables, mientras más los rellenaba,
más se vaciaban, esto también me generaba mucho trabajo en el Sótano, pues tenía
que organizar la mercancía, romper y amarrar las cajas vacías; sudaba como un
Potro en una carrera de caballos o por todo una jornada de trabajo en el campo;
me quedaba desnudo de la cintura hacia arriba, para poder soportar el tremendo
calor; me tomaba hasta 5 litros de agua diarios, rebaje 35 libras en solo un
mes; Los sándwich me repugnaban, me los comía como si fuesen una medicina de la
más amarga y dura de tragar, pues ya había aprobado la gran variedad que se vendían
en el Deli de la Bodega.
En mi desesperación
pedí mucha ayuda, hice muchas llamadas, sin encontrar la salida a mi realidad; encontré
aliento y consuelo en mi amigo y hermano, así como también en tres excompañeros
de CODETEL, los cuales tenía más de 20 años que no le veía, pero sus corazones
son tan inmensos que me trataron como que ese tiempo de distancia no había recorrido;
contrarios a otros quienes me nominaban “Hermano”, los cuales en más de un año aquí
no lo he podido ver. Lloraba y Oraba, hasta que un Domingo cuando preparaba el último
viaje de Cervezas para completar las neveras, una botella de 24 oz se explotó
en mis manos, solo dejándome el cuello, los fragmentos de vidrios se
dispersaron por todo lados y ninguno me toco; sentí que era la señal de Dios
que estaba esperando, donde me decía que había escuchado mi clamor y que ese
era mi último día en dicha Bodega; fueron 30 días que me parecieron todo una
eternidad
El
Lunes siguiente a ese gran y revelador Domingo, conseguí un trabajo en un Licor
Store, iniciando a trabajar de manera inmediata, meno paga, pero mucho menos
trabajo. Le di la gracias a Dios por esa experiencia de vida, pues crecí como
ser humano, pues me ayudo apreciar más la vida y ser más sensible, a entender
los vulnerables que somos sin Dios y lo fuertes que podemos ser con su amor y
poder. Vive y Convive.
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